El miércoles pasado el gobernador de Yucatán, Mauricio Villa -el Mandatario mejor calificado del país (60.6%)-, escribió en sus redes sociales:

“Hoy tuvimos el peor día desde que llegó el Coronavirus a #Yucatán, con 35 nuevos contagiados y 3 fallecidos (…). A quienes han seguido las medidas de prevención todo este tiempo, les pido un poco más de esfuerzo. Y a quienes aún no lo hacen, les pido que por favor lo tomen en serio. Cada vez que alguien no sigue las indicaciones está poniendo en riesgo a su familia y a todos los demás”.

Ayer el gobernador Enrique Alfaro Ramírez (28.1% de aprobación), escribió en sus redes sociales:

“Ha sido el peor día desde que inició esta crisis. Hoy empezábamos a ver el reflejo en muertes y contagios en lo que como sociedad dejamos de hacer hace algunos días (…). Ni madres que nos vamos a rendir. Ni madres que vamos a aflojar el paso (…). Es por la gente consciente que cumple con su responsabilidad y también por los pendejos que siguen sin entender…”.

El llamado comedido y respetuoso del gobernador Villa a los yucatecos, en el peor día de la pandemia en aquel estado, contrasta ampliamente con el ofensivo calificativo con el que el gobernador Alfaro se refiere, en el peor día de la emergencia en la entidad, a los jaliscienses que por alguna razón -no hace distinciones- no cumplen con el llamado a quedarse en casa.

Públicamente los llamó: “pendejos”.

En un amplio texto donde confiesa que “no tenía hambre”, que se sentía triste y con “ganas de llorar”, revela que al ser enterado por Fernando Petersen, secretario de Salud, que se habían registrado cuatro muertes y 19 contagios por el virus, le entró la duda: “¿Tendrá sentido el enorme sacrificio que estamos haciendo? ¿Por qué asumir yo la responsabilidad de obligar a la gente no salir de su casa, a sufrir por la situación económica, a hacer lo correcto…?”.

Pregunto: ¿Será que en medio de su consternación se le olvidó que es el Gobernador del Estado y que está obligado a actuar siempre en favor de sus gobernados, aún y cuando para eso tenga que hacer algunos sacrificios? ¿Qué acaso el estar en “el lugar en que siempre soñé estar”, Casa Jalisco, -como confesó en ese texto-, ¿no tiene sentido hacer “el enorme sacrificio” que dice estar haciendo si eso es en beneficio de “la gente que me puso para ser gobernador”?

En su texto lamenta que se vea hoy “el reflejo en muertes y contagios de lo que como sociedad dejamos de hacer hace algunos días”, refiriéndose al relajamiento que se vio en el aislamiento voluntario en casa -apenas lo cumplió un 40% de la población-, y que en su momento se nos hizo ver desde el gobierno federal, concretamente por quien “autoadoptó” como su adversario, el subsecretario Hugo López Gatell.

Pero, ¿qué hizo en lugar de reconocer que la razón le asistía al funcionario federal y que se debía, por tanto, actuar en consecuencia? Mandó a su ejército de funcionarios y simpatizantes a condenar y linchar a López-Gatell, acusándolo de actuar con tintes políticos y revanchismos en contra de Jalisco, lo que quizás envalentonó a un buen número de jaliscienses que decidió salir a las calles creyendo que mayoritariamente la otra parte estaba en sus casas.

¿Hasta dónde el permanente discurso triunfalista de que frente al coronavirus Jalisco hacía mejor las cosas que la Ciudad de México o el Estado de México, presumiendo los pocos casos confirmados y sospechosos registrados aquí contra los revelados en aquellas entidades, provocó que la ciudadanía se confiara e hiciera oídos sordos al llamado de #Quédateencasa y saliera a las calles, al fin y al cabo teníamos a un gobernador que sabe cómo hacer las cosas?

Sin duda alguna que mucha responsabilidad existe en ese insistente comparativo de lo que sucedía en Jalisco frente a la Ciudad de México o el Estado de México, como para que la gente creyera que entonces aquí no había riesgo ni mayor problema en dejar la casa y salir a la calle.

Alfaro Ramírez debe aceptar que en ese discurso triunfalista está parte de la razón por la que tuvo esa “mezcla de sentimientos: tristeza, coraje, pero sobre todo frustración”, porque hizo creer a sus gobernados que aquí el problema no sería mayor, pese a que aquellos primeros cinco días de confinamiento fueron un fracaso para evitar las medidas radicales que hoy se ve obligado a adoptar.

Sin duda que esa frustración lo llevó a llamar “pendejos” a quienes “siguen sin entender”, pero estoy seguro que la mayoría de a quienes ofendió de esa manera tienen que salir, no por gusto sino porque deben conseguir el sustento diario para su familia.

Luego de este exabrupto público y ofensivo del gobernador, ¿qué podemos esperar cuando la crisis del coronavirus llegue a su máxima expresión en Jalisco?

Al tiempo…