Ayer por la noche el presidente Andrés Manuel López Obrador recibió en Palacio Nacional al gobernador Enrique Alfaro Ramírez. Como en ocasiones anteriores, la vocería de la presidencia de la República nada informó del contenido del diálogo, por lo que, como siempre, es el Mandatario jalisciense quien se encarga de notificar del encuentro a través de sus redes sociales, pero sólo con generalidades y sin información en concreto o detalles de los acuerdos.

Según Alfaro Ramírez, durante el encuentro de ayer “pudimos avanzar en algunos acuerdos” sin precisar qué acuerdos en concreto; acuerdos que, dijo, “serán revisados y afinados” el próximo martes -quizás dentro de una semana- en reunión con parte del gabinete federal y el gabinete estatal. Según el gobernador, los acuerdos se convertirán en agenda de trabajo para los próximos tres años, pero nada que nos asegure que, por ejemplo, el presidente López Obrador ayudará a solucionar la escasez de agua en la zona metropolitana y, mucho menos, a combatir la inseguridad que azota al estado y a la metrópoli en particular.

Si escuchamos el mensaje de ayer de Alfaro Ramírez y el que emitió en su pasada visita a Palacio Nacional, en enero pasado, nos daremos cuenta de que sale de estas reuniones con las manos vacías porque nada de lo que pudo haber acordado a principios del año lo hemos visto concretado en acciones y mucho menos en solución de los problemas de la entidad. ¿O alguien sabe qué acuerdos hubo hace cinco meses que hoy podamos decir que ya fueron traducidos en hechos y solucionaron algún problema?

El discurso de enero y el de ayer, son lo mismo. Y si lo comparamos con los anteriores, confirmaremos que tienen el mismo tono y que son el mismo discurso de siempre. Reitero: al paso de los meses no vemos en los hechos lo que se nos dijo con palabras.

La verdad es que los jaliscienses quieren ver ya cristalizados en su beneficio todo eso que Alfaro Ramírez nos dice que acordó con el presidente de la República. Vamos, nunca se sabe, como ahora lo adelantó, que integrantes del gabinete federal lo reciban o vengan a Jalisco para poner en marcha o dar seguimiento a esos presuntos acuerdos. ¿Cuántos secretarios de Estado han venido este año a Jalisco para llevar a cabo acciones, para poner en marcha algún proyecto o una obra, para arrancar algún programa, luego del encuentro en Palacio Nacional en enero pasado? Ninguno, así de claro.

En los hechos, el gobierno federal tiene en el olvido a Jalisco. Le da estrictamente lo que está obligado a darle por ley, ni menos ni más. Y cada vez confirmamos que esos encuentros en Palacio Nacional sirven lo mismo que la “carabina de Ambrosio”: para nada. No hay nada. Solo palabras y más palabras. Promesas y más promesas. “Atole con el dedo”, pues.

Y al igual que en otros encuentros, el gobernador Alfaro nos “vende” la imagen de que todos son cordiales, como si la relación entre ellos así fuera, cuando hace algunos días, por ejemplo, advirtió que él trabajará para que no avance el gobierno de la 4T que lleva al país al barranco, cuando reconoció tener “diferencias de fondo” con el presidente López Obrador, y cuando éste también así lo ha reconocido públicamente. Lo que nos cuenta el Mandatario estatal es que sus reuniones con el presidente son como si fueran grandes amigos.

Ayer dijo: “Con el presidente, una vez más tuvimos una reunión muy cordial, con mucha apertura de su parte. Nos hablamos con franqueza como siempre lo hemos hecho, y creo que fue una reunión muy productiva”. ¿Alguien puede salir a desmentir al gobernador? Si hubo algunos testigos, que debió de haberlo, ¿dirán que no es cierto lo dicho por Alfaro?

Y muestra de ello es lo dicho casi al final de su mensaje: “Fue una reunión positiva para nuestro estado, y vamos a seguir trabajando, tratando -ojo: tratando- de que la coordinación con el gobierno de la República pueda ser cada día mejor; que podamos superar momentos difíciles que hemos pasado…”.

¿Qué ha impedido que esa coordinación sea cada vez mejor en los poco más de dos años y medio que llevan ambas administraciones? ¿Qué ha impedido que se puedan superar en casi tres años esos “momentos difíciles”? ¿Será, acaso, el enfrentamiento permanente de Alfaro contra López Obrador? No parece existir otro motivo que no sea ese.

Y, por último, hizo votos para que en esta segunda mitad de las administraciones federal y estatal “esta relación de trabajo pueda ser benéfica y productiva para nuestro estado”. ¿Será que el gobernador de Jalisco efectivamente tiene la voluntad para que esto suceda? ¿De veras hemos visto de parte del Mandatario estatal un gesto de reconciliación o de buscar mejorar su relación con el presidente de la República?

¿Podrá hacerlo con advertencias como las que lanzó la semana pasada a través del Grupo Reforma, luego del proceso electoral, de que “voy a estar en la primera línea de batalla para evitar que este proyecto de país que nos está llevando a un barranco, continúe…”? ¿En serio puede ser benéfica y productiva para el estado, una relación donde el permanente pleito con el gobierno federal es lo que caracteriza al gobierno de Jalisco? ¿Lo será cuando en esta segunda mitad de sus administraciones nos enfilamos a un proceso de sucesión en el que Enrique Alfaro quiere ser uno de los protagonistas principales?

La verdad es que para Jalisco, reitero, estos encuentros del gobernador en Palacio Nacional le sirven lo mismo que la “carabina de Ambrosio”.

Y si no, al tiempo…