Mientras ayer el Instituto Nacional Electoral (INE) dio a conocer el arranque del proceso electoral que transcurrirá del 7 de septiembre al 6 de junio -nueve meses- del 2021, el presidente Andrés Manuel López prácticamente arrancó su campaña con sus espots so pretexto del segundo informe de gobierno.

Mucho se ha reiterado que López Obrador no estará en la boleta electoral del año próximo -lo que, por supuesto, es cierto-, pero él ha intentado aplicar formas de aparecer aunque sea de manera indirecta, ya sea proponiendo que el día de la jornada electoral se realice el ejercicio de revocación de mandato o que se lleve a cabo la consulta popular para ver si son investigados o no los ex presidentes.

Sin embargo, sabedor de que ambas propuestas no prosperarán, decidió difundir espots que lo que menos contienen es información sobre acciones y obras de gobierno en el último año, sino que son abiertamente manifestaciones de campaña electoral en los que utiliza frases y palabras que confirman el verdadero propósito que hay en sus espots.

Pero es una campaña muy sui géneris, muy lópezobradorista, con el claro sello que ha caracterizado a Andrés Manuel desde el 2006 cuando aspiró por primera vez a la presidencia de la República. Desde entonces, no ha dejado estar en campaña, aún y ahora que por fin despacha en Palacio Nacional.

En sus primeros espots en los que no aparece información alguna de acciones y obras de gobierno, escuchamos, en cambio, referencias al avión presidencial, al papa Francisco, al comunismo y al Evangelio; algunas que fueron sus frases de campaña: “Por el bien de todos, primero los pobres” o “Hagamos historia” (su lema y nombre de la coalición electoral fue “Juntos haremos historia”); o aseveraciones cuestionables como el que “ya no hay corrupción arriba”, que “desde los tiempos de Madero no atacaban tanto a un presidente como ahora”, o que “el 70% de los mexicanos está de acuerdo con la transformación”.

Todo esto, apenas en los primeros cuatro espots que se han transmitido en los tiempos oficiales y bajo el emblema del próximo informe presidencial a rendir el primero de septiembre como lo establece la Constitución y no el calendario lópezobradorista. Esperemos qué dirá en los siguientes.

Con esta campaña previo al informe, se evidencia que todos los escándalos al interior de su gobierno, como el más reciente: el video de su hermano Pío; que las acusaciones y denuncias de la oposición sobre éste y otros casos más de corrupción; que las consecuencias que ha generado la pandemia y su desatinado combate, no han hecho mella en su proyecto y que él se mantiene firme en los rieles que levantó para su famosa y también cuestionable 4T.

López Obrador demuestra, una vez más, que nada ni nadie hará que cambie de rumbo, aún y que con ello lleve al país al abismo, pues convencido está de que él está en lo correcto y que su proyecto es el que al país le conviene y que las cosas se harán como él las tiene establecidas. Ni un paso al lado y, mucho menos, hacia atrás.

Que con su proyecto lleva al país al México de los 70’s, es indudable, pero el fondo de su “éxito” es que no tiene una oposición que le haga contrapeso. Tiene, sí, adversarios en las redes sociales, pero en los hechos los partidos de oposición prácticamente son un cero a la izquierda. Lamentablemente le han hecho “lo que el viento a Juárez”. Y no se advierte nada en el horizonte que nos haga creer que antes de las elecciones del 2021 cambiará el escenario.

Lo único que queda es esperar, precisamente, para conocer cuál será la “voz” de los ciudadanos en las urnas el próximo domingo seis de junio del año próximo, cuando quizás el lópezobradorismo pueda llevarse una sorpresa.

Pero como están las cosas, la sorpresa, después de los índices de votación alcanzados en el 2018, puede ser que el abstencionismo se levante como el gran triunfador y eso le permita al lópezobradorismo seguir respirando… y en el poder.

Vamos, como en los tiempos del “partidazo”.