Se habían acostumbrado a ser la tercera fuerza política en la entidad. Nada ni nadie les hacía sombra y, al parecer, no aspiraban a más. Les bastaba tener dos diputados, aunque terminaran peleados entre ellos; algunas alcaldías y una segura interlocución con el gobierno en turno, fuera del color que fuera.
Sin embargo, “tirados en la hamaca” los perredistas no repararon en el surgimiento no sólo de nuevas fuerzas políticas sino del despertar ciudadano que no estaba contento con la oferta política que tenía y que comenzaba a buscar otras opciones a quienes darles su confianza y, principalmente, su voto.
Y fue así que en 2009 fueron desplazados de la cómoda posición en la que estaban por el Partido Verde Ecologista de México que, a su vez, supo aprovechar y sacarle el máximo “jugo”  a su alianza con el Partido Revolucionario Institucional, hasta que llegó el momento en que ya no aparecerían juntos en la boleta.
Es así que hoy, abrimos un breve paréntesis, el Verde Ecologista pierde el registro.
Y hoy el Partido de la Revolución Democrática (PRD) enfrenta en Jalisco una realidad que los obliga a dar un “golpe de timón” al paso de los años antes del 2015 si es que quieren recuperar el terreno perdido frente a otras fuerzas. O actúan, se renuevan y corrigen el rumbo para mantener su otrora privilegiado tercer lugar, difícil creer que aquí serán alguna vez la segunda fuerza, o terminarán por prácticamente desaparecer.
En 2009 los desplazó la alianza del Verde Ecologista con el PRI. En el 2012 los desplazó un movimiento creado por quien gracias a ellos, los perredistas, llegó al gobierno en Tlajomulco: el alfarismo, que logró en pocos meses lo que el PRD no ha logrado en muchos años: sumar más de un millón de votos en una elección.
Al PRD no se le puede exigir que sea una fuerza política con altas probabilidades de lograr alguna vez la gubernatura. Aun está lejos de eso. Pero sí de que sea un partido fuerte, que represente una verdadera opción para quien difícilmente respaldaría una oferta panista o priista.
La sociedad requiere de una izquierda verdadera, y tiene posibilidades de serlo si en este partido se le da la oportunidad a una nueva generación de militantes en la dirigencia y se sacude obstáculos internos que le han impedido crecer.
El PRD enfrenta ahora el reto de seguir siendo oposición en Jalisco, pero para eso se necesita tener peso político en la sociedad. De otra manera, pasará a formar parte de una “chiquillada” cada vez más reducida que deambula por el espectro político con más pena que gloria.
¿Lo logrará en vísperas del 2015?