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Julio César Hernández
¿A quién hay que cargarle el fracaso de mantener la coalición del Partido Nueva Alianza con el PRI: a su dirigente estatal Rafael González Pimienta o al recién elegido coordinador de la bancada legislativa Roberto Marrufo Torres?
González Pimienta tendrá que cargar con la mayor parte de la responsabilidad de este fracaso porque no logró convencer a su homólogo del PANAL, Carlos Salazar Machado, que no escuchara “el canto de las sirenas” panistas, aunque todo indica que éste simplemente acató la instrucción categórica que llego de la maestra Elba Esther Gordillo Morales.
Al dirigente estatal del PRI se le puede achacar una doble responsabilidad en este asunto: por un lado, el no haber sido capaz de convencer a Salazar Machado de la conveniencia de mantenerse aliado al PRI al menos en el primer año de la Legislatura, para luego hacer un balance y actuar en consecuencia. Por el otro, el haber retrasado casi al “cuarto para las doce” la designación del coordinador de la bancada, dejándole a este un estrecho margen de maniobra en cuando al tiempo para negociar.
Claro, Marrufo Torres es corresponsable del fracaso como coordinador de la bancada tricolor por no haber tenido la capacidad de saber negociar con los panalistas, aun y con el tiempo encima. Finalmente, quiérase o no, es su primer “tropiezo” serio y con un costo muy alto si no logran rectificar el camino antes de asumir el cargo el uno de febrero.
¿Y Beatriz Paredes es ajena a este fracaso?
Bueno, habría qué conocer qué tanto la dirigente nacional del PRI se involucró en este asunto o lo dejó en manos de la dirigencia estatal, no obstante que en la ruptura del PANAL se asegura está la mano de Gordillo.
Mal, mal inicio de los priistas en vísperas de rendir protesta como diputados.