Redacción
Parece ser que a Rafael González Pimienta, el dirigente estatal del PRI, le cuesta mucho trabajo entender la política como se hace actualmente en Jalisco.
Tal vez por eso ha resultado totalmente ineficiente para generar un liderazgo efectivo entre los priistas.
El escándalo de Carlos Corona en el Congreso es la muestra más pública de la verdadera condición del dirigente priista, quien ante los hechos que suceden todos los días en sus narices se muestra absolutamente impotente.
González Pimienta pertenece a una generación de priistas forjados en los tiempos en los que el PRI era un partido casi imbatible, y en los que el Presidente de la República o el Gobernador del Estado eran la autoridad absoluta en el partido, y los dirigentes del mismo los ejecutores de las decisiones de los gobernantes.
El político originario de Puerto Vallarta tuvo su último cargo político en el estado cuando le tocó ser el presidente estatal del PRI en 1995, cuando su partido perdió la primera elección a Gobernador en Jalisco.
Después de esa derrota, González Pimienta prácticamente desapareció de la escena política local y adoptó una nueva vida de delegado de su partido en varios estados, donde había gobernador priista que respaldara su autoridad partidista.
Por eso no extraña que desde su regreso a Jalisco en el 2009, como sustituto del destituido Javier Guízar, el dirigente priista parezca no entender la nueva realidad política jalisciense, luego de 14 años de ausencia.
A González Pimienta los alcaldes de la zona metropolitana no le atribuyen algún tipo de liderazgo ni lo ven como un interlocutor válido con la dirigencia nacional ni con otras esferas del poder políticos.
Peor condición tiene el presidente del PRI con los Diputados Federales y con el Senador Ramiro Hernández, quienes tampoco le atribuyen una autoridad política o moral.
En el peor de los casos están los Diputados Locales priistas, quienes -a pesar del papelón que están haciendo con el escándalo Carlos Corona- siguen desdeñando cualquier indicación o recomendación de su dirigente.
Ante su incapacidad de entenderse con las nuevas generaciones de políticos priistas, que se niegan a hacerle caso, el dirigente se ha rodeado en su comité estatal de los mismos personajes que dirigían al PRI cuando Eugenio Ruíz Orozco perdió ante el panista Alberto Cárdenas la gubernatura en 1995.
Queda claro que políticos como Rafael González Pimienta eran eficientes cuando tenían un Gobernador atrás de ellos que les daban un poder prestado para ejecutar sus decisiones. Ante la falta de Gobernador, el dirigente priista ha tratado de hacerles creer a los priistas que Beatriz Paredes es la fuente de las opiniones o decisiones que trata infructuosamente de imponer .
Pero ya pocos le creen que realmente González Pimienta reciba las instrucciones de la dirigenta nacional, como él dice, y cada día que pasa queda más en evidencia su incapacidad política para dirigir a su partido en los tiempos actuales.