Julio César Hernández
En su momento se aseguró que el formato de los tradicionales informes de gobierno de los Mandatarios estatales era caduco, que ya no respondía a los tiempos modernos y que finalmente no era otra cosa que un enorme derroche de recursos públicos.
No sé cuánto se gastan los diputados en la organización de su informe anual, pero más allá de dicho gasto, lo que es cierto es que este informe no tiene razón porque simplemente es una copia fiel que los informes de los gobernadores y presidentes municipales: mucha retórica, discurso hueco y nada de sustancia.
A partir de que se implementaron los informes anuales de los diputados -que rinden los presidentes del Congreso en turno-, no existe ninguno que sea digno de pasar a la posteridad; por el contrario: apenas lo acaba uno de leer cuando inmediatamente van a parar al cesto de la basura…
Si es que no va a parar ahí antes de terminar de leerlo.
La ceremonia de ayer en la que a nombre de sus 38 compañeros el diputado Jesús Casillas rindió el informe de actividades del primer año de la actual Legislatura fue verborrea pura. Sin contenido, sin autocrítica, sin sentido… sin nada, pues.
Dicha ceremonia sólo sirve para alimentar el ego del presidente en turno.
Ojalá y en este segundo año de gestión de nuestros diputados, haya un valiente que proponga la cancelación de dicho informe y los otros 38 valientes lo aprueben.
¿O será que bien vale mantenerlo para llenar su respectiva cuenta de facebook de fotografías propias como Presidente en turno?
Si Enrique Aubry lo propone desde la presidencia del Congreso, quizás sea lo único bueno que haga como presidente.