Mientras a mitad del sexenio Morena vislumbra ya a Claudia Sheinbaum y a Marcelo Ebrard como sus dos prospectos más adelantados en la carrera por la sucesión presidencial -aunque ahí está Ricardo Monreal levantando la mano-, ¿a quién tiene la oposición para darles batalla y, en su momento, colocarlos contra la pared y la posibilidad de ser derrotado por alguno de sus candidatos?

¿El PAN le apostará nuevamente al cada vez más difuminado Ricardo Anaya? ¿El PRI no tiene otra opción que no sea su dirigente nacional, Alejandro “Alito” Moreno? ¿El PRD volverá a querer vivir bajo la sombra del candidato de alguno de estos dos partidos? ¿A Movimiento Ciudadano le alcanzará con una figura regional como podría ser Enrique Alfaro o Samuel García? ¿A quién tiene la oposición haciendo ejercicio de “calentamiento” como para preocupar a los morenistas?

A nadie extraña ya escuchar o leer que si algún aliado tiene el presidente Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena, esa es la oposición. Y no extraña porque simplemente es la realidad.

Y lo es porque para su desgracia las dirigencias nacionales de los partidos de oposición no han cubierto las expectativas que tienen sus militantes, no han sabido ser los líderes que esa militancia quisiera tener o espera que fueran, porque estas dirigencias no son más que camarillas que cuidan sus muy particulares intereses y tienen una visión muy corta, porque estos dirigentes ya confirmaron que les va mejor administrando la derrota que buscar ser realmente una opción para los ciudadanos y disputarle seriamente el poder al gobierno , porque su endeble posición y situación los mantiene como rehenes del gobierno, porque han confirmado que les va mejor “negociando” que disputando….

Esa es la oposición que hoy existe en México.

Las posturas y posiciones que en el discurso manifiestan Marko Cortés, del PAN; Alejandro Moreno, del PRI; Jesús Zambrano del PRD; y Clemente Castañeda de Movimiento Ciudadano, no pasan de ser eso, meros discursos y destacados textos en las redes sociales, llenos de creatividad e imaginación, que no logran penetrar en el ánimo de los ciudadanos. O lo peor: porque frente al gobierno federal asumen una determinada postura de crítica, pero en los gobiernos estatales que ellos encabezan replican al pie de la letra lo que tanto critican. No hay congruencia, y eso les resta o quita la credibilidad popular. Critican al gobierno lópezobradorista de la inseguridad que azota al país, pero sus gobernantes son incapaces de garantizar la seguridad a sus gobernados; reprueban la corrupción del gobierno morenista, pero cierran los ojos ante la corrupción en sus gobiernos estatales, asumiendo aquello de que “ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”, por mencionar sólo dos de los problemas más agudos que enfrentan los mexicanos.

Los esfuerzos de sus representantes en el Congreso de la Unión, tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores, han sido infructuosos para detener a la 4T, sin contar que no pocos de ellos terminan por avalar las iniciativas y proyectos que propone el gobierno morenista, con o sin el aval de sus dirigentes. Y lo hacen porque éstos últimos carecen de la autoridad o legitimidad necesaria para que sus diputados y senadores acaten sus instrucciones o decisiones.

Si algo le falta al país es una verdadera oposición partidista, porque ha sido la oposición ciudadana, la no militante en un partido político, la que ha alzado la voz con mayor fuerza y calado más entre el resto de la ciudadanía que la crítica de cualquier dirigente de partido.

Por eso, si con alguien deben de estar agradecidos el presidente López Obrador y su partido Morena, es con los partidos de oposición que hoy por hoy lo son de caricatura.