Soy un convencido de que no veré a Alberto Uribe Camacho como candidato de Morena a la presidencia municipal de Guadalajara; sin embargo, resulta un perfil interesante para contender por la de Zapopan, aunque me convence que realizaría un excelente papel como legislador, incluso coordinando a la próxima fracción parlamentaria de dicho partido.

No veo a Uribe Camacho enfrentándose y disputándole la reelección a su amigo Ismael del Toro Castro; en cambio, creo que atestiguariamos una contienda interesante entre él y Manuel Herrera Vega como candidato del partido Movimiento Ciudadano, a quien considero que es el mejor perfil, de todos los prospectos que suenan, para ser el abanderado del partido alfarista. Claro, por otro lado, para llegar al Congreso sólo requeriría ser anotado en la lista de plurinominales.

El sábado pasado Alberto Uribe renunció como director general de Coordinación Política de la Secretaría de Relaciones Exteriores y decidió dar el paso que se creía difícil que diera: abandonar un proyecto político de carácter nacional de quien hoy es considerado el prospecto a ser el candidato presidencial en 2024 y para lo cual ya colocó en el tablero morenista a una pieza fundamental para su aspiración: a Mario Delgado en la dirigencia nacional de Morena.

Seguramente el lugar de Uribe Camacho en este proyecto no era dentro de la cancillería y por ello decidió regresar a Guadalajara a “jugársela” prácticamente sin red de protección, porque si bien fue de los jaliscienses que se pronunciaron a favor de Mario Delgado para dirigir a Morena, el partido es prácticamente inexistente en Jalisco por su falta de unidad y organización. Sí, hay muchos morenistas, pero conformando “tribus”, no integrando un partido.

Alberto Uribe cuenta con una amplia experiencia política respaldada no sólo por su preparación académica sino por los cargos que ocupó en Tlajomulco como parte del grupo compacto del partido Movimiento Ciudadano: Presidente municipal interino, secretario general del Ayuntamiento y posteriormente alcalde por el periodo constitucional de tres años, cargo durante el cual renunció a MC y a seguir en el equipo que ya para entonces lidereaba el gobernador Enrique Alfaro, con quien tuvo una abrupta ruptura.

Contra lo que no pocos creen, también desde Zapopan se puede aspirar a ser candidato a la gubernatura cuando se gobierna -y se hace bien- en la segunda mitad de una administración estatal, y ante esta posibilidad estaría Alberto Uribe si llegara a ser candidato y ganar la elección en el 2021, con lo que Morena tendría dos candidatos con quién jugar el 2024, considerando a quien lo fuera en Guadalajara y para el cual aún no podemos dar por “muerto” a Carlos Lomelí Bolaños.

Claro, quien llevaría “mano” para ser candidato será quien gobierne la capital y hace un buen papel; en caso de que no fuera así, Morena tendría en el alcalde de Zapopan al relevo. La misma fórmula tendría Movimiento Ciudadano si sus candidatos ganaran Guadalajara y Zapopan.

Alberto Uribe regresó a Jalisco sin, aparentemente, un objetivo fijo. Primero se dijo que podría ser candidato a Guadalajara, luego que hasta podría buscar repetir en Tlajomulco, y ahora trasciende que quizás pueda ser el abanderado por Zapopan. Este “de tin marín” no es nada bueno, salvo que ya esté definido dónde jugará y lo mantenga muy en secreto. Y mientras tanto, deja correr todas las versiones y todos los trascendidos.

Pero finalmente no es una buena señal para el electorado, pues significa que al aspirante lo mismo le da gobernar un municipio que otro, sin tener la certeza de que conoce realmente los agudos problemas de Guadalajara o de Zapopan, pues creo que los de Tajomulco los conoce al derecho y al revés. Y manda la señal, también, de que cree saber cómo resolver los problemas de uno u otro, como si ambos municipios fueran igual.

Otra señal que se manda también con la indefinición de qué municipio se desea gobernar -si es que no se termina por decidir por una diputación-, además de ser una falta de respeto para el electorado, es que simplemente fue enviado a buscar una candidatura “a la buena de Dios” -como decían las abuelas-, porque simplemente no entraba en los planes dentro del proyecto de Marcelo Ebrard como una pieza importante.

Así, pues, considero que Alberto Uribe debe de definir públicamente qué candidatura busca obtener -si es que habrá contienda interna-, y dejar de deambular en la imaginaria como si cargara un cartel con la leyenda “Quiero ser candidato”, para ver qué le depara la decisión de la dirigencia nacional.

Y es que el riesgo de jugar a “lo que venga” puede ser muy peligroso para Uribe Camacho, pues una derrota frente a sus ex compañeros emecistas será muy doloroso y dejará secuelas permanentes, además de que se requiere de un equipo y una estructura bien “aceitada” que, por el momento, ni él ni Morena tienen.