El presidente estatal del PRI, Eduardo Almaguer Ramírez, declaró el martes que su partido presentará denuncias penales en contra de los responsables de los excesos en que incurrió la actual Legislatura 59.
En sus palabras, dijo que actuarán “caiga quien caiga y sea del origen partidista que sea. Igual suerte correrán las organizaciones sociales que se hayan prestado a ser cómplices de este tipo de irregularidades, como pudiera ser el caso del sindicato de los servidores públicos del Poder Legislativo”.
Luego agregó:
“En este partido no caben quienes sigan cometiendo ilegalidades, quienes busquen impunidad. No hemos presentado las denuncias penales porque no queremos ser sólo mediáticos. Si hay abuso de autoridad, exceso en el ejercicio de sus funciones, falsificación de documentos o usurpación de funciones, estaremos denunciando penalmente a quien las haya cometido y, obviamente, los vamos a expulsar de nuestro partido”.
En su comunicado de prensa, Almaguer Ramírez aseguró: “La impunidad y violación a la ley serán sancionados contra propios y extraños…”.
Si somos malpensados, podríamos sospechar que las declaraciones de Eduardo Almaguer son un mensaje claro para, entre otros, quien es el coordinador de la bancada del PRI en el Congreso, Roberto Marrufo Rodríguez, actual presidente.
Eduardo Almaguer no reveló nombres ni apellidos, pero resulta muy difícil creer que el dirigente priista deje  libre de toda responsabilidad a quien de alguna manera tuvo el control administrativo en el Congreso.
No sabemos el grado de responsabilidad de Marrufo en esta crisis financiera del Legislativo, pero es de sentido común y lógico que es al primero al que llamarían a rendir cuentas.
¿Será posible creer que se actuará penalmente en contra de los presuntos responsables de todos los delitos o irregularidades enumerados por Almaguer en que incurrieron los actuales diputados priistas, sin ver hacia atrás, concretamente a quienes integraron las Legislaturas 57 y 58 y concretamente a quienes fueron los coordinadores de aquellas bancadas?
Así, pues, vamos a ver si lo de Eduardo Almaguer no fue una declaración y postura mediática para calmar la presión de los medios de comunicación. Está obligado, ahora, a pasar de las palabras a los hechos. De no ser así, entonces ya sabremos al ritmo de qué “son” está dispuesto a bailar.