Ayer nos fuimos a dormir con la noticia de que en Coahuila e Hidalgo el PRI sigue más que vivo y gozando de cabal salud, en tanto Morena habría sufrido un rotundo fracaso en los procesos locales donde se eligieron diputados locales en el primero y presidentes municipales en el segundo, mientras el PAN sería el gran perdedor.

Del resto de los partidos políticos ni hablar. El PRD apenas si pintó y Movimiento Ciudadano fue arrojado al rubro de “otros”, prácticamente inexistente en ambas entidades, no obstante la vecindad de Coahuila con Nuevo León donde el partido naranja se considera competitivo con el desastre que es el senador Samuel García, prospecto a ser su candidato a la gubernatura.

Hasta el momento de redactar éstas líneas, con casi el 40% de las actas del PREP en Coahuila, el PRI se dice ganador de las 16 diputaciones en juego con casi el 50% de los votos, en tanto Morena se colocaría en la segunda posición y el PAN en la tercera. En Hidalgo, los priistas se proclamaron ganadores en 21 alcaldías, en espera de sumar varias más a su favor. Morena, por supuesto, no reconocía aún estos resultados.

Con esta información parcial de la que se disponía hasta ayer a la medianoche, ¿se puede decir que el PRI resurge de entre sus cenizas para convertirse nuevamente en el gran competidor electoral con rumbo al 2021 y que Morena paga con su derrota el costo del mal gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador?

Creo que pese a los resultados hasta ahora conocidos, no es ni una cosa ni la otra.

Hay que considerar que la alternancia no ha llegado ni a Coahuila ni a Hidalgo donde el PRI tiene el control político y de estructura desde la gubernatura, lo que sin duda tanto los gobiernos como las dirigencias estatales del partido supieron operar como antaño. Además, no hay que desconocer que tanto Miguel Ángel Riquelme Solís como Omar Fayad Meneses son ubicados en el top ten de mandatarios estatales mejor calificados en las recientes encuestas. Eso, sin duda, repercutió ayer en la jornada electoral. A esto hay que sumarle que fue una elección muy local, con lo que, por supuesto, se refleja la calificación que los electores le dieron a sus gobiernos estatales, y en ambos casos fue de aprobación al Revolucionario Institucional.

La derrota de Morena, ¿fue una calificación reprobatoria al presidente López Obrador, a su gobierno y a la famosa 4T? No creo que sea del todo cierto lo anterior. Considero más bien que fue un rechazo al partido Morena en ambas entidades, que refleja la pésima situación que enfrenta actualmente y que deja al descubierto la malísima gestión de su actual dirigencia nacional que encabeza Alfonso Ramírez Cuéllar, quien descuidó este proceso electoral por estar más interesado en “perpetuarse” en la presidencia de su partido, amén de que los comités estatales estaban a la deriva.

Sí podríamos decir que en Coahuila e Hidalgo perdió López Obrador, pero advierto que es muy forzado relacionar la gestión del presidente de la República con la elección de diputados locales y presidentes municipales cuando en este nivel lo que se califica es la gestión de los gobiernos estatales y municipales. O, ¿cuándo volteó Andrés Manuel a ver a estos dos estados como para afirmar que tenía el interés de ganar alcaldías y distritos locales? La verdad, nunca.

Por eso creo que debemos esperar a conocer el resultado final de ambas elecciones para realizar una mejor valoración de lo sucedido, sus alcances y hasta dónde esto coloca al PRI nuevamente en la carrera electoral con posibilidades de “arrasar” en el 2021 y a Morena en una situación de rotundo fracaso para el año próximo. O hasta dónde lo sucedido ayer no fue más que estrictamente un asunto local que se procesó bajo intereses exclusivamente locales. Todo en su justa dimensión.

¿O con lo sucedido en Coahuila e Hidalgo podemos decir que en Jalisco el PRI será competitivo frente a MC, Morena y el PAN?

Ya lo veremos… al tiempo.