En el número de esta semana de la revista Proceso, el ex titular de la Consejería Jurídica de la presidencia de la República, Julio Scherer Ibarra, de puño y letra da testimonio de lo que llama confabulación en su contra del Fiscal General de la República y de la ex Secretaria de Gobernación y hoy senadora, revelando en su texto los “ataques que he tenido que soportar, desde los cargos que ostentan, de Alejandro Gertz Manero con complicidad con Olga Sánchez Cordero”, a quienes acusa de recurrir a un modus operandi “extorsivo” para satisfacer “venganzas personales”.

Lo que revela Scherer Ibarra en el semanario que fundó y dirigió por muchos años su padre, es una imagen común en los gabinetes del gobierno federal como en el de los gobiernos estatales de la que poco o nada hablan los protagonistas y, mucho menos, la hacen pública. Estas escenas de división, de “golpes bajos”, de “zancadillas”, de confabulación de unos contra otros, de venganzas personales, terminan por esconderse en los “sótanos del poder”, en los “cajones” del gobernante y de quienes del gabinete se vieron involucrados en los hechos que muchas veces provocan las renuncias o los despidos disfrazados de renuncias “voluntarias”.

En los gobiernos priistas en Jalisco estos diferendos prácticamente nunca se conocieron, sin que eso signifique que no hayan existido, pero si acaso algo trascendió fue ya concluido el sexenio y simplemente como una pincelada. En las administraciones panistas, fue en la primera, la del gobernador Alberto Cárdenas Jiménez, cuando se convirtieron prácticamente en el “pan nuestro de cada día”. Todos contra todos. En el que convirtieron -o se convirtió- en el “villano favorito” al ex secretario general de Gobierno, Raúl Octavio Espinoza Martínez.

Pero si alguien dejó testimonio por escrito de este “canibalismo” en aquel primer gabinete panista, fue Jorge Diez de Sollano, a la sazón director de Coplade, de cuya renuncia y sus motivos dimos cuenta en la columna Entre Semana publicada en el periódico Ocho Columnas el primero de octubre de 1998. En el marco de lo revelado ahora por Scherer Ibarra, vale recordar cómo renunció Diez de Sollano y sus motivos, porque simplemente fue inédito y ni antes ni después se ha registrado un caso similar en Jalisco.

Así reportamos aquella renuncia:

“El gobernador Alberto Cárdenas Jiménez no se imaginó que ayer en el Patio de Los Naranjos, durante la entrega de recursos a Organismos No Gubernamentales (Ong’s), era la última vez que vería a Jorge Diez de Sollano como miembro de su equipo de trabajo.

“Al final de esta ceremonia, Diez de Sollano acompañó al gobernador a su despacho y ahí, con el escritorio de por medio, le entregó su carta de renuncia, cuyos primeros dos párrafos eran los de ‘cajón’ en los que le anunciaba su decisión de renunciar y le agradecía la confianza y el apoyo que le otorgó.

“Sin embargo, ésta no era una tradicional carta de renuncia que argumenta ‘motivos personales’ o ‘de salud’ para dejar el cargo. No. Era una carta en la que Jorge Diez de Sollano ponía en aviso al gobernador de los problemas que tuvo que enfrentar con otros miembros del gabinete.

“A partir del párrafo 14, sin decirlo explícitamente, argumenta en forma ‘cruda’ la razón de su renuncia:

“‘Algunos miembros de su equipo, por la sola filiación política panista se han abrogado el derecho de calificar quién sí ‘trae puesta’ la camiseta y de quién se debe de desconfiar por ser de la Federación, respondiendo así a un neopanismo atrasado y maniqueo que espero que no sea el común denominador.

“‘Estos funcionarios –añade– se han erigido en fiscales de lealtades mal entendidas, considerando a aquellos con una perspectiva de estado en el contexto del desarrollo nacional, como enemigos de Jalisco. Posturas como éstas encubren un ejercicio patrimonialista del poder y sólo responden a intereses personales…’ .

“Quizás el gobernador no salía de su sorpresa al leer lo anterior, sorpresa que debió aumentar cuando Diez de Sollano puso nombre y apellido a quienes calificó ‘fiscales de lealtades mal entendidas‘.

“Acusó al subsecretario de Participación Social, José de Jesús Álvarez Carrillo, de mantener una actitud ‘de acoso, las calumnias, mentiras y las constantes acciones para dividir a mi equipo de trabajo…‘ y de nunca haber recibido de su parte ‘una actitud de trabajo y sí de torpe policía político buscando obtener información política a espaldas de las autoridades municipales…‘.

“También acusó al secretario de Administración, Carlos Rodríguez Combeller, de su ambición por ser ‘coordinador de gabinete’ y abrogarse ser ‘creador de la regionalización, cuando su actitud siempre fue de boicot hacia el Coplade y los trabajos realizados…‘.

“De filiación priista -en 1996 solicitó autorización al entonces presidente nacional del PRI, Santiago Oñate Laborde, para integrarse al equipo de Cárdenas Jiménez-, Diez de Sollano, en su carta, le advierte al gobernador:

“‘Espero comprenda mi posición y no la ubique dentro de una campaña contra su gobierno…‘.

“Y arremete:

“‘Las incapacidades y el sectarismo de algunos de sus colaboradores no se pueden ignorar, ya que han provocado actitudes de cacería de brujas que lastiman más que las supuestas campañas en su contra…‘”.

Hasta aquí aquella columna que dio cuenta de esta renuncia que reveló el ambiente que se vivía dentro del gabinete de Cárdenas Jiménez, ambiente capaz de provocar renuncias de quienes no lo soportaron o simplemente no tenían motivos para formar parte de un equipo de gobierno dividido por diversas razones, pero principalmente poruna guerra intestina por el poder dentro del primer gobierno panista.

Como se confirma, el “canibalismo” dentro de cualquier gabinete, en cualquiera de los tres niveles de gobierno, es común, aunque en la mayoría de las ocasiones se prefiera mantenerlo en silencio, en secreto. Pero en ocasiones como ésta de Diez de Sollano o la de Scherer Ibarra, el hacerlo público signifique “curarse en salud” o “blindarse” por aquello que pudiera suceder después.