A 30 años de la tragedia del 22 de abril de 1992 en la calle Gante del Sector Reforma de Guadalajara, ¿qué se puede decir que no se haya dicho ya a lo largo de estas tres décadas? Año tras año, desde entonces, ríos de tinta se han vertido para dar cuenta de los nuevos detalles surgidos o encontrados; infinidad de saliva se ha gastado en dar voz a los protagonistas de estos hechos que conmocionaron al mundo, no sólo a Guadalajara, entre ellos a los funcionarios públicos de aquel entonces y, principalmente, a las víctimas que lograron sobrevivir.

La historia sobre lo sucedido ha sido contada ya, desde distintos ángulos y con visiones diferentes, en diversas obras editoriales reseñadas por testigos e investigadores.

Habrá quien afirme que a 30 años de este lamentable suceso, la herida aún sigue abierta, y quienes aseguren que lo que queda es el recuerdo de una negra mañana donde perdieron la vida poco más de dos centenares de vecinos de aquel tradicional barrio de Analco.

Pero lo que ya quedó confirmado es quién fue responsable de los sucedido: la paraestatal Petróleos Mexicanos (PEMEX).

Quien en aquellos momentos era el titular de la Procuraduría General de la República (PGR), Ignacio Morales Lechuga, lo reveló y reconoció públicamente dos años y medio después de la tragedia, el 23 de noviembre de 1995, en una visita que hizo a Guadalajara. Esa vez dijo:

“No sé si están cerradas las heridas. PEMEX sí fue responsable de la explosión del 22 de abril de 1992 en las calles de Guadalajara que dejó 210 personas (…). Actuamos (las autoridades judiciales) en base a conductas omisivas que encontramos punibles dentro del Código Penal. Petróleos Mexicanos, como institución moral, no podía ser sometida a un proceso penal, pero sí tenía responsabilidad por el hidrocarburo que escapó del poliducto; sin embargo, se le debió demandar por la vía civil…”.

Más recientemente, el 17 de noviembre de 2017, durante la presentación del libro “Testimonios sobre una herida abierta…”, frente al ex gobernador Guillermo Cosío Vidaurri y el ex presidente municipal Enrique Dau Flores, víctimas políticas de los hechos, Morales Lechuga fue más preciso al explicar la responsabilidad de PEMEX. Expresó:

“Se trató de una desafortunadísima negligencia de los encargados de PEMEX de no estar vigilantes de la situación catódica del ducto, y de una desafortunadísima intervención de los responsables de Protección Civil que llegaron y ordenaron a los bomberos que vaciaran agua en el drenaje, y el agua, como es H2O, lleva oxígeno y eso aumentó el peligro de explosividad en lugar de reducirlo…”.

¿Qué más se puede decir a 30 años de distancia que ya no se haya dicho?

Me quedó con una frase que me compartió don Gabriel Covarrubias Ibarra, quien fuera presidente del Patronato para la Reconstrucción del Sector Reforma, que dijo recordar cuando se cumplieron 15 años de la tragedia en 2007:

“Ese día lo mandó el diablo, pero la hora la puso Dios”.