No he sido del todo simpatizante del hashtag #TodosSomos… como el del viernes pasado al que le añadieron el apellido “Loret” en manifiesto apoyo al periodista que reveló la majestuosa casa en Houston en la que vivía José Ramón el hijo del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien con una reacción iracunda reveló en la “mañanera” del viernes datos personales y privados del conductor de Latinus protegidos por la ley.

El #TodosSomosLoret fue motivo de debate, de polémica, de discusión, pero la condena fue unánime a la decisión de López Obrador de revelar públicamente lo que presuntamente gana el periodista al año, que además de violentar la protección de datos personales y otras leyes más, pone en riesgo la integridad de éste y de su familia, no sólo por las cifras que ahí manejó sino porque, al igual que a otros periodistas a los que ha referido en sus ruedas de prensa, lo coloca en una situación de indefensión y de riego de sufrir alguna agresión.

Podremos estar o no de acuerdo con Carlos Loret, pero no podemos permitir que en aras de amedrentar a los críticos del poder, desde el poder mismo se violen las leyes en un afán de venganza y, principalmente, de enviar un mensaje amenazante para todos aquellos que osen criticar al gobernante. El viernes fue el mismo presidente de la República, pero en los estados los gobernadores han asumido un postura de intolerancia a la crítica por parte de los periodistas y los medios de comunicación. Sucede en Veracruz, sucede en Guanajuato… y sucede en Jalisco.

La reacción de los gobernantes a esas críticas no es con argumentos y pruebas en contrario, sino en descalificar a sus críticos y colocar a los periodistas y medios de comunicación en la lista de sus enemigos, y las acciones en su contra se registran de diversa manera, pero indudablemente en un atentado contra la libertad de expresión y, por ende, de la libertad de información.

Para estos gobernantes los periodistas son sus enemigos, no los delincuentes…

La reacción que provocó López Obrador con su agresión a Loret de Mola debe ser registrado por los demás gobernantes del país; y esa reacción, entiéndase, fue porque demostró que está dispuesto a utilizar a las instituciones y a todas las herramientas que tiene desde el poder para atentar contra quienes considera sus enemigos. La misma historia se repite en los estados, guardada toda proporción.

En Jalisco, los reporteros, los periodistas y los medios de comunicación han sido víctimas de la agresión, hasta ahora verbal, del gobernador Enrique Alfaro -de Movimiento Ciudadano-, como también lo han sido en el mismo tono los de Guanajuato y Veracruz, por referir los casos más recientes, de parte de sus gobernadores Diego Sinhue Rodríguez -PAN- y Cuitláhuac García -Morena-, respectivamente. Como se observa, los colores partidistas no hacen ninguna diferencia, el poder es el que los hace iguales.

Si bien varios gobernantes han emulado la conducta presidencial de agredir a los periodistas desde el púlpito del poder, lo que se espera es que no incurran en una conducta ilegal como la de López Obrador el viernes anterior. Todo lo contrario, su respuesta a las críticas debe de ser con argumentos, no con amenazas, no con acciones o decisiones que pretenden causar temor en sus críticos.

Dejo, de entre muchas, dos frases contundentes del periodista y escritor colombiano Javier Darío Restrepo respecto a la prensa y el poder:

1.”A los periodistas nos juzgarán no solamente por lo que decimos, sino por lo que dejamos de decir”, y

2. “Lo que más temen los corruptos es la palabra, lo que más desean es el silencio”.

Al tiempo…