Con la notable ausencia -por temor, pues no hay otra explicación- del gobernador Enrique Alfaro Ramírez en el encuentro que el presidente Andrés Manuel López Obrador sostuvo con los inconformes de Acasico, Palmarejo y Temacapulin, en la plaza principal de este último poblado, se abre un nuevo capítulo de esta historia que tiene ya 16 años escribiéndose, y que todo augura de que no tendrá un final feliz al menos en lo resta del actual gobierno de la 4T.

López Obrador nada perdió con venir y hablar a solas -sin la presencia del gobernador jalisciense- con los pobladores inconformes y, en cambio, saldrá ganando mucho políticamente, pues no se le culpará de imponer la continuación en la construcción de la presa El Zapotillo y ser responsable de la inundación de los tres poblados mencionados líneas arriba, ya que dejó en manos de los propios pobladores la decisión de que la obra se retome o no bajo un nuevo proyecto que contempla que la cortina quede a 80 metros -como ya lo determinó la Suprema Corte de Justicia y no es una propuesta de Amlo- y que ahora tenga un sistema de compuertas, con lo que aseguró se evitaría la desaparición de los tres poblados.

Así mismo, no asumirá el costo político de la falta de agua en la zona metropolitana de Guadalajara porque la continuación de la obra que solucionaría ese problema -y que vino a declarar que está dispuesto a que su gobierno la prosiga sin reparo alguno, ni siquiera económico- no depende de él ni de su gobierno, sino de los propios jaliscienses de Temacapulín, Acasico y Palmarejo a quienes les dijo que ellos tienen la última palabra sobre si se hace o no. Por lo tanto, quien debería de estar interesado y preocupado porque se concluya la presa El Zapotillo es al gobernador Alfaro Ramírez y a su gobierno, ellos sí responsables de abastecer de agua a los habitantes de la metrópoli.

Pero la ausencia de Alfaro en Temacapulín, el sábado pasado, es señal de que teme estar frente a quienes como candidato les prometió una cosa -apoyar su oposición a la presa y a la desaparición de los poblados-, pero ahora como gobernante hace exactamente lo contrario -impulsar y pedirle al gobierno federal la conclusión de la obra determinante para que Guadalajara y su zona metropolitana tengan agua por las próximas décadas-, por lo que es impensable que se plante frente a ellos para tratar de convencerlos de que acepten el proyecto que les presentó López Obrador. A lo que más llegaría es a enviarles un mensaje a través de sus redes sociales.

Hasta ahí parece que la jugada le está saliendo bien al presidente de la República, pero no así al gobernador Alfaro quien se queda con dos “papas calientes”: 1. Convencer a los inconformes de que acepten la propuesta presidencial; 2. Buscar alternativas de abastecimiento de agua a la zona metropolitana si los pobladores de Temaca, Acasico y Palmarejo le dicen no a López Obrador y rechazan su proyecto.

Y es que Andrés Manuel volvió a repetir: si los pobladores no quieren, no se continuará la obra, solo se trabajará para darle mantenimiento y se deja de hablar del tema durante lo que resta de su gobierno. Y así él podrá argumentar que no fue responsable ni de iniciar la presa ni de no concluirla.

López Obrador dijo a los pobladores que en una semana el director general de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), Germán Martínez, estará con ellos para detallarles el proyecto. La duda es: ¿Lo acompañará el gobernador Alfaro o nuevamente se ausentará y programará otra gira? Y les prometió, además, que dentro de un mes regresará para conocer su respuesta y ahí definir si continúa o se queda como está hasta que, como les dijo, llegue otro gobierno y trate también de convencerlos.

La otra pregunta es: ¿Qué hará al respecto Enrique Alfaro con este tema durante un mes, hasta que regrese el presidente López Obrador? ¿Ignorarlo? ¿Dejar todo en manos del gobierno federal cuando ya vio que éste no hará más allá de lo que digan los pobladores? ¿Ya estará pensando en nuevas opciones para traer agua a la zona metropolitana?

Por que la postura de López Obrador es una: se hará lo que digan los pobladores, no el gobierno federal y mucho menos el del estado.

Este es el costo que se tiene al decir una cosa cuando se es candidato y hacer lo contrario cuando se es gobernante. Nada es gratis.

Y si no, al tiempo…