En su entrevista con MVS Radio Jalisco la semana pasada el presidente municipal de Guadalajara, Jesús Pablo Lemus Navarro, subrayó que el Comité de Adquisiciones tapatío está integrado mayoritariamente por representantes de la iniciativa privada, en el marco del escándalo desatado por la irregular licitación de arrendamiento de 290 unidades para patrullas, adquiridas a sobreprecio y mediante un proceso viciado en el que se violó una suspensión provisional.

¿Cuál fue la razón por la que Lemus Navarro destacó quiénes integraban mayoritariamente dicho Comité? ¿Con el propósito de crear confianza entre la ciudadanía, en el entendido de que supuestamente los empresarios no se prestan a actos de corrupción o para “lavarse las manos” y responsabilizar a sus colegas en el caso de que se confirmen las irregularidades y presuntamente ilícitos que rodean esta adjudicación?

En el pasado -y quizás muy en el pasado-, la integración de representantes del sector empresarial en este tipo de Comités, efectivamente, generaban confianza en la ciudadanía y garantizaban que muchas de las decisiones de gobierno no se contaminaran por actos de corrupción, amiguismo o compadrazgo, aunque no puede asegurarse que era al ciento por ciento. Pero la imagen empresarial, hace unas décadas, era positiva y podría decir que hasta respetada. ¿Por qué? Porque eran verdaderos empresarios, no empleados de empresarios ni hombres preocupados por quedar bien con el poder, por ser aliados de los gobernantes y hoy, hasta socios o cómplices, para hacer negocios preocupados exclusivamente por su interés personal y no por el gremial, mucho menos por el de la sociedad.

En el pasado, los empresarios exigían estar en espacios de gobierno no como empleados del gobernante sino como vigilantes de su actuación y de sus decisiones, y por eso para los gobernantes era incómodo que en la misma mesa estuvieran estos hombres de la iniciativa privada. Pero ahora es diferente. Los gobernantes ya le “tomaron la medida” a los empresarios, saben “de qué pie cojean”, conocen de sus ambiciones, y por eso hoy los utilizan para que desde estos comités y otros órganos de gobierno validen sus irregularidades, sus actos de corrupción, sabedores de que ellos, estos empresarios, se convertirán sus cómplices porque también se llevarán una “tajada del pastel”.

¿Cuánto tiempo hace que en Jalisco las cúpulas empresariales no están representadas por empresarios socialmente responsables sino por negociantes?

Por eso gobernantes como Jesús Pablo Lemus se escudan en la figura -muy devaluada- de los empresarios como integrantes de los Comités de Adquisiciones para tratar de ocultar las verdaderas razones de muchas de sus decisiones que buscan beneficiar a los suyos; por eso los ponen por delante para hacer creer que no hay irregularidades ni actos de corrupción en actos, acciones o toma de decisiones como el de la muy cuestionada licitación para el arrendamiento de unidades que serán acondicionadas para patrullas. Lo hacen para “lavarse las manos” y luego justificarse con que “yo no firmé nada”, como aseguran que ya anda diciendo el presidente municipal de Guadalajara.

Y lo peor: cuando se les descubren sus irregularidades, cuando se les “encuera” y se les detectan sus “negocios” en áreas como el de la seguridad pública, salen a gritar “a los cuatro vientos” que sus críticos y detractores están en contra de la seguridad pública, en contra de la ciudadanía, cuando es todo lo contrario, estos gobernantes y sus cómplices hacen sus negocios a costa de esa ciudadanía que dicen proteger.

No es la primera vez que me refiero al triste y lamentable papel que juegan frente al gobierno los “empresarios” de hoy -creo que merecen se les diga así entre comillas-, porque terminan arrastrándose ante el poder sin pudor ni vergüenza alguna, aunque, eso sí, continúan “pavonéandose” como los hombres pulcros, merecedores de toda la confianza y consideraciones de la ciudadanía. Nada más lejano que eso, pues los gobernantes de hoy los incluyen para que sean ellos los que les hagan el “trabajo sucio”. Y las licitaciones son el mejor ejemplo.

Por fortuna, aún hay excelentes empresarios que con su labor dignifican la figura de estos hombres de empresa, y la mejor decisión que han tomado es estar alejados del poder o involucrarse con él lo menos posible.