Por Julio César Hernández

Seis minutos de interrupción de dos partidos de futbol –tres minutos en cada uno- ha generado todo un escándalo político-electoral que provocó la intervención, inclusive, de la Secretaría de Gobernación.

¿Cómo es posible que seis minutos sin la imagen de los juegos Chivas-Monterrey y Atlante-Pachuca haya generado tal polémica que obligó que el huésped de Bucareli, Fernando Gómez Mont, haya tomado cartas en el asunto?

¿Podrá creerse que el no proyectarse algunas jugadas -ninguna de gol o cercana al gol- de estos dos juegos, obligue a la subsecretaría de Normatividad de Medios de la secretaría de Gobernación ha instalar “unas mesas de trabajo para revisar de manera urgente el tema de los spots transmitidos por las televisoras”?

Parece increíble, pero esto solo puede suceder en un país como el nuestro.

Claro, el escándalo fue porque se interrumpieron partidos de futbol que se transmiten en vivo y cuyas imágenes no transmitidas no pueden ser repetidas por las televisoras si no sucede nada extraordinario o si no hay un gol de por medio.

Y es que propios y extraños advirtieron en esta acción algo “atípico”, como lo señaló el IFE, y se interpretó como la intención de las televisoras de generar el enojo y la irritación de los televidentes en contra del IFE y de los partidos políticos, luego de quela Ley Electoral las obliga –al igual que a la radio-, a dedicar tres minutos de cada hora a la propaganda de los partidos políticos.

O sea que a partir del sábado anterior y hasta el cuatro de julio, un día antes de los comicios, cada una de las mil 569 emisoras concesionadas de radio y televisión están obligadas a difundir un total de 48 minutos diarios de promocionales políticos-electorales.

En este lapso de tiempo, se habrán de transmitir más de 23.4 millones de espots con estos contenidos.

Imagínese nada más: 23 millones de espots por radio y televisión en sólo cinco meses e interrumpiendo programas como juegos de futbol o
cualquier otro deporte, telenovelas o series. ¡Sería el acabose!

No nos quisiéramos imaginar si esto sucede en un clásico. Obligaría a los candidatos a replegarse en la búsqueda de votos, pues lo único que encontrarían sería jitomatazos, improperios y el rechazo social.