Por Julio César Hernández

Si bien al interior del PRI era por todos conocido que Beatriz Paredes Rangel vetó las aspiraciones de Jorge Arana Arana a ser candidato a la alcaldía de Guadalajara, y que en varias reuniones condenó a los priistas que negociaban con los gobiernos del PAN, con clara dedicatoria al tonalteca, éste ayer declaró a los medios las razones de su registro como precandidato a diputado federal por el distrito siete.

Dijo que la dirigente nacional de su partido “me habló de la posibilidad de que yo tuviera una proyección y una trayectoria a nivel nacional que en el caso de tu servidor es lo que me ha faltado”.

¿Por qué Jorge Arana no confesó la verdad y reveló que le sentenciaron que o aceptaba la candidatura por el distrito siete o no había nada para él?

¿Por qué no confesó que la propia Paredes Rangel se opuso a que contendiera nuevamente por la alcaldía tapatía?

¿Por qué no dijo que en muchas ocasiones, los mensajes críticos de Beatriz Paredes a sus correligionarios llevaban a él como destinatario?

¿Qué le hubiera costado recurrir a aquella desgastada frase de “yo soy un soldado de mi partido y voy a donde el partido me necesite”?

Eso hubiera sido mejor y quizás no hubiera provocado la risa de muchos que lo escucharon o ue leyeron después su declaración.