¿Qué efectos o consecuencias dejará entre el priismo jalisciense los 107 días de trabajos previos y la propia XXII Asamblea Nacional del PRI en la que se aprobó la propuesta del gobernador Aristóteles Sandoval Díaz de pugnar por la desaparición del fuero?
¿Cerrarán filas en torno a la unidad como demandó el presidente Peña Nieto o se repetirá el escenario del 2015 donde las “patadas bajo la mesa” estuvieron al por mayor y fue uno de los principales factores de su derrota en los comicios intermedios? ¿Estarán preparados para la batalla por venir a la que han sido convocados por el primer priista del país o cada quien velará por sus propios intereses o los de su grupo o corriente, sin mayor preocupación por el futuro de los demás y el de su partido?
El PRI jalisciense tiene en puerta una próxima sesión de su Consejo Político Estatal en la que se renovarán algunos de sus integrantes, y será entonces cuando atestiguemos si hay “jaloneos” entre grupos y corrientes por los espacios disponibles. Será entonces cuando advirtamos si aprendieron la lección de hace dos años y si hoy hay coordinación entre Casa Jalisco y Calzada del Campesino 222 y no sumisión plena del segundo hacia el primero como en el 2015, cuando la entonces dirigencia priista siguió “a pie juntillas” los dictados del Ejecutivo.
Pero lo peor no sería eso, pues finalmente el primer priista del Estado tiene plena influencia en la toma de decisiones de su partido, sino que nuevamente sea el grupo aristotelista el que pretenda asumir las tareas que le corresponden al partido, cosa que se advierte difícil porque hoy la dirigencia no es la del 2015.
En lo que está por venir advertimos que habrá tres protagonistas que deben saber repartirse las tareas que a cada uno le corresponden desde su ámbito político: 1. El gobernador Aristóteles Sandoval, 2. El presidente del PRI, Héctor Pizano, y 3. El dirigente nacional de la CNOP, Arturo Zamora Jiménez, a quien se le sigue colocando a la cabeza de los prospectos priistas mejor colocados para la candidatura al gobierno estatal.
La verdad los priistas no están en condiciones de entrar a una lucha intestina cuando observan por delante de ellos, en la carrera por la gubernatura, a Enrique Alfaro Ramírez, quien no obstante los propios tropiezos que se autoimpone aún mantiene una cómoda ventaja en las preferencias ciudadanas.
Será cuestión de tiempo, pues, para verificar qué efectos dejó en el priismo jalisciense la pasada asamblea nacional y qué tanto, en vísperas del arranque del proceso electoral, aprendieron las lecciones que les dejó la desastrosa campaña y jornada electoral del 2015.
Los priistas jaliscienses tendrán que decidir si participan en la batalla a la que los exhortó el presidente Peña o prefieren enfrascarse en una guerra intestina de fatales consecuencias.
Al tiempo.